N.B.A.: L.A. Lakers 99 - D. Pistons 91 BRYANT DETIENE LA CAÍDA DE LOS DIOSES
Diez segundos son una rápida eternidad cuando en el campo aún reluce Kobe Bryant, la estrella que ilumina a los Lakers y Los Angeles. La mano que mece la cuna de esta NBA. El príncipe heredero de Michael Jordan.
En diez segundos, cuando los Pistons ganaban por 86-89 (83-89 a 30 segundos...), pasó todo esto: los Lakers sacaron de banda tras el último tiempo de Phil Jackson. Bloqueos mortales, de touche de rugby, liberaron al acusado Bryant del larguísimo Prince. Los pistones, gripados, no hicieron falta: ni a Shaquille O´Neal, ni a Luke Walton. Ni a Kobe. Pensé: ¿por qué ha tenido que recibir él?, dijo el ex laker Elden Campbell.
Milagro.
Cara a cara con Hamilton, Kobe botó con la izquierda, amagó la entrada y, a falta de 2.1 segundos, despegó y disparó desde ocho metros: al corazón de los Pistons. Daga contra crin, el balón violó la red de Detroit: 89-89.
Y ese tiro revivió el encanto de los Lakers y de Los Angeles. Y el equipo que parecía una banda de viejos, postrada ante el 0-2, rumbo al sacrificio final en Michigan, se levantó con el esplendor hipnótico del que camina sobre las aguas.
En la prórroga se desvanecieron los Pistons, su plan, sus tiradores, los rebotazos de Wallace. Bryant y O´Neal, abastecido por el chico Walton, The Kid, el hijo de Bill, sellaron el 1-1. Nadie recordó la miseria de Payton ni la lesión de Malone: en diez segundos de vieja magia fresca.
En diez segundos, cuando los Pistons ganaban por 86-89 (83-89 a 30 segundos...), pasó todo esto: los Lakers sacaron de banda tras el último tiempo de Phil Jackson. Bloqueos mortales, de touche de rugby, liberaron al acusado Bryant del larguísimo Prince. Los pistones, gripados, no hicieron falta: ni a Shaquille O´Neal, ni a Luke Walton. Ni a Kobe. Pensé: ¿por qué ha tenido que recibir él?, dijo el ex laker Elden Campbell.
Milagro.
Cara a cara con Hamilton, Kobe botó con la izquierda, amagó la entrada y, a falta de 2.1 segundos, despegó y disparó desde ocho metros: al corazón de los Pistons. Daga contra crin, el balón violó la red de Detroit: 89-89.
Y ese tiro revivió el encanto de los Lakers y de Los Angeles. Y el equipo que parecía una banda de viejos, postrada ante el 0-2, rumbo al sacrificio final en Michigan, se levantó con el esplendor hipnótico del que camina sobre las aguas.
En la prórroga se desvanecieron los Pistons, su plan, sus tiradores, los rebotazos de Wallace. Bryant y O´Neal, abastecido por el chico Walton, The Kid, el hijo de Bill, sellaron el 1-1. Nadie recordó la miseria de Payton ni la lesión de Malone: en diez segundos de vieja magia fresca.
0 comentarios